Modo guerra · 26 de agosto de 2013

La guerra es un negocio; con ganadores y perdedores, como cualquier negocio. Obviamente, no es sólo eso. Pero si los grandes se ponen en primera línea y cogen un bote con moscas y amenazan con matar las moscas a cañonazos, es casi seguro que el primer negocio de esa guerra será la guerra misma. Me explico: Usted amenaza con lanzar misiles. Ni siquiera hace falta que los lance. El simple hecho de crear un ambiente de guerra basta para crear un ambiente de inversión. Justifica más gastos en misiles. Y en los barcos y aviones que lanzan los misiles. Y muchos corrimientos de millones. Y etcétera, etcétera, con ganadores etcétera y perdedores etcétera.

Obviamente, no es sólo eso. El negocio de la guerra no responde a las preguntas importantes de la guerra, por cuyo aplazamiento se cuelan todas las guerras de grandes contra moscas y moscas contra moscas, terminadas ya las guerras de grandes contra grandes desde aquello del átomo. Me explico: sin política, no hay remedio. ¿Cuándo se debe intervenir? ¿En qué sentido? Y en caso de que se deba, ¿quién, cómo, para qué? A falta de un marco político internacional que lo determine, todo es negocio; es decir, perogrullada. Y se irá una perogrullada y vendrá otra, porque no cabe marco internacional (justo) sin ciudadano internacional. Y la nación es la corporación. Y etcétera, etcétera, con ganadores etcétera y perdedores etcétera.

Madrid, agosto.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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