Salud, musas (vale, ménade) · 18 de noviembre de 2008

Es sábado, día de Entre dioses y hombres gracias al Museo del Prado y a la dirección del Albertinum, que trae cuarenta y seis de sus piezas, desde la réplica romana de la Atenea Lemnia de Fidias hasta el busto de Majencio. Festina lente y mira.

Cuando Fellini abrió un agujero en Roma (1972) y alteró el equilibro de las habitaciones cerradas, dictó que no quedaran ojos ni rostros que no desaparecieran, algo ofendidos, algo burlones, ante la mirada de sus descendientes. Pero el verbo desaparecer ya es un sarcasmo. La pérdida del color en los frescos de unas paredes o en la superficie del mármol y la terracota sólo es un velo que debes apartar para volver a los azules, a los rojos, a los amarillos, a los negros y verdes que siguen ahí, tras el gris y el blanco, por mucho que el presente, acostumbrado a ver sin la pigmentación original, se obstine en que vuestros padres, es decir, vosotros, sois una pincelada fría.

Con eso te hemos dicho más de lo que tocaba. Errores, desgaste del tiempo, subjetividad renacentista, rigideces como las de Joachim Winckelmann desde la historia del arte, inseparable de la historia de las ideas. Y la ignorancia, desde luego. Al llegar a la sala 63b has pensado en el famoso escándalo de lord Duveen y los mármoles del Partenón, borrados con cepillos de alambre de cobre y «una solución de agua, jabón y amoníaco» según declaró entonces (1939) un funcionario del British Museum. ¿Confabulación contra la policromía del mundo clásico? Lo absurdo no es realismo por exceso, sino por casi, casi.

Ahora, silencio. Se marchan: los grupos de turistas, el murmullo de fondo, los que giran alrededor de las obras en virtud del manual del entendido, el deseo de estar y el más raro de saber, tus pensamientos, la luz artificial. Te cuentan (*): Calíope, Clío, Erato, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania, aunque no estemos todas hoy ni todas aquí. Se quedan: tu Ménade de Dresde, y si no andas listo, también tú.

Madrid, noviembre del 2008.

(*) «Musa, mihi causas memora, quo numine laeso,/ quidve dolens, regina deum tot volvere casus/ insignem pietate virum, tot adire labores/ impulerit. Tantaene animis caelestibus irae?» (Virgilio. La Eneida).


— Jesús Gómez Gutiérrez


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