Noche de febrero · 1 de febrero de 2012

Dos policías montan guardia al pie de las escaleras mecánicas. Por su actitud, es imposible saber si están allí para impedir que alguien se cuele en el Metro o para impedir que alguien se cuele en la calle; pero resulta ser lo primero, como queda claro al salir a Gran Vía: doce policías más, cuatro por cada boca. Y tres furgones policiales en la Red de San Luis, sin contar los que ya se alejan. Y otros seis al llegar a Sol, donde poco a poco, las cosas vuelven a la normalidad. Y coches patrulla, agentes municipales, guardias de seguridad, en fin.

En el Madrid de estos tiempos, cualquier petición de justicia se aplasta con antidisturbios. Hoy ha sido por la protesta del movimiento #yonopago contra los precios del transporte público y los recortes sociales. Cargas en el Metro, cargas en Montera y, de momento, según datos de la comisión legal de @acampadasol, nueve detenidos. Es un paso más en el camino que se inició en verano, con un Gobierno distinto en La Moncloa; una manifestación más del estado de excepción de facto que sufrimos; poca cosa en comparación con lo que vamos a ver, aunque no lo veremos precisamente en los medios, que esta noche, como de costumbre, se han tapado los ojos.

Alrededor de las diez, con todo terminado, los pasos llevan hasta Mayor. Se oyen sirenas y la lluvia se encarga de disolver los pocos grupos de gente que no se disolvieron minutos antes, asustados por el despliegue policial. En los soportales de la plaza, una periodista entrevista a un sin techo mientras los compañeros del último la miran con una mezcla de humor e indiferencia. Eso tampoco es nuevo. La calle se pudre, la gente se agosta y a veces, cuando les da por ahí, la prensa y las televisiones envían a un niño en misión de combate. Por lo que puedo oír, quiere saber qué siente un pobre al ser pobre.

Madrid, febrero.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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