Conflicto · 11 de marzo de 2009

1) Las épocas de crisis son especialmente dramáticas para los que gobiernan. Cuando las cosas van más o menos bien, en el sentido de que casi todos comen tres veces al día, casi todos tienen trabajo y existe un buen circo que modera las desavenencias sociales, el trabajo de un político no se diferencia del trabajo de un actor ni exige habilidades mayores, sino más bien al contrario; pero si los tiempos se complican, la gente tiene la tonta idea de que sus gobernantes están en la obligación de ofrecer soluciones; o en su defecto, algo parecido a un plan; o en su defecto de su defecto, preocupación, ceños fruncidos, un poco de tristeza aristocrática al ver pasar a un pobre.

2) El comportamiento de la banca es «impecable», decía ayer Pedro Solbes, vicepresidente segundo y ministro de Economía. Y es verdad. Mientras su colega de la Moncloa llora la mala suerte mencionada en el punto anterior, la banca nos ahoga a todos impecablemente y demuestra, sin sutilezas de ninguna clase, que en cuestión de gobiernos raramente se puede hablar de inactividad, sino de elección de bando. Supongo que eso también es lo que quería decir el ministro al asegurar que su gestión, la de él mismo, la del hombre del no hay crisis, merece un aprobado «con cierta nota»: que los suyos no somos nosotros.

3) Dudo que esto se solucione con una huelga general, como se pide desde el museo de cera del Kremlin. Pero los trabajadores sólo tenemos una carta cuando el contrato social se ha roto: ser equitativos y devolver el favor con la ruptura de la paz social. Estos individuos nos van a sacar hasta la última gota de sangre por la simple y pura razón de que no les damos miedo. Siempre ha sido así. Se avanza por el conflicto y la negociación. ¿Qué ponemos nosotros, ahora mismo, en esa mesa?

4) Se dice que hay pocos sindicatos más responsables y conscientes de la estructura real del Estado que los dos grandes sindicatos españoles; que, si no fueran lo primero y lo segundo, traicionarían el sindicalismo de clase y acabarían en los gremios demagógicos e insolidarios de otras latitudes; pero, cuentos infantiles aparte, y sin ánimo de entrar en materia, basta ya de escudarse tras la «correlación de fuerzas» para no hacer nada. Algunos deberían consultar lo que escribió uno de nuestros mejores poetas sobre la forma de hacer camino.

Madrid, 11 de marzo.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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