Entre ellos · 27 de enero de 2011

Los compañeros de CCOO y UGT van a escribir muchas cosas para hacernos tragar lo que han firmado hoy mismo con el Gobierno. En esencia, que implica una mejora sustancial del proyecto de reforma de las pensiones; y como esta vez conviene a los de arriba, es evidente que la prensa aplaudirá la decisión y se dirá que es un ejemplo de responsabilidad y compromiso. Pero por muchas palabras que acumulen, hoy tenemos un sistema más injusto que ayer. ¿Que podría haber sido más grave? Indudablemente. Pero hoy tenemos un sistema más injusto que ayer.

Los sindicatos mayoritarios interpretan el concepto de sindicalismo de clase de una forma muy particular. En cada punto de la línea, que desde hace veinte años es de tendencia a la baja, de pérdida de derechos laborales, representan brevemente un conflicto y pactan acuerdos con el mismo resultado de este caso y con la misma argumentación de responsabilidad sistémica. Si el asunto huele a chamusquina, apelan a aquello de un paso atrás y dos adelante, que siempre se queda en paso atrás porque, al día siguiente de ese acuerdo, su posición ante el conjunto de la población y ante el propio sistema es más débil; pierden el respeto de la primera y pierden capacidad de presión con el segundo.

No es un problema de táctica, por así decirlo, sino de punto de partida. Se supone que el sindicalismo de clase defiende los intereses del conjunto de los trabajadores y tiene una estrategia general, no gremial, al respecto; pero a lo largo de estos años, la clase se ha ido convirtiendo poco a poco en el Estado, sin más. No se defienden los intereses del conjunto de los trabajadores: se defiende el marco del Estado, partiendo de la base de que son la misma cosa. Y no es así. De hecho, resulta particularmente cínico que, en circunstancias tan sometidas a la política nacional, se recuerde una y otra vez el carácter no político del sindicato, en el sentido de que ni puede ni debe suplantar a los partidos.

Carecemos de las organizaciones internacionales que necesitamos precisamente porque no tenemos un sindicalismo de clase, internacionalista por definición, sino un sindicalismo de Estado, nacionalista por definición. Pero supongo que todo esto parecerán elucubraciones ante un hecho más básico: los sindicatos están en un contexto político y sus decisiones tienen consecuencias y lecturas políticas inevitables. Hoy han firmado un acuerdo a la baja con el Gobierno que acaba de retirar la ayuda a los parados y se dispone a privatizar las Cajas de Ahorros para hacerle otro favor a los bancos. Dudo que lo vayan a lamentar mucho, pero también han perdido unos cuantos apoyos; entre ellos, el mío.

Madrid, enero.



Enlaces de interés:

Motivos para una nueva huelga general (CGT)
Movilizaciones contra la reforma (CNT)
Nota de USO sobre el acuerdo firmado por CCOO y UGT



— Jesús Gómez Gutiérrez


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