La coacción y la violencia · 15 de junio de 2011

Artur Mas y 23 diputados del Parlamento catalán, incluido Joaquim Nadal (PSC-PSOE), llegan al parque de la Ciudadela en helicóptero. No quieren afrontar las palabras de agradecimiento que les ofrecen los ciudadanos, peligrosamente armados con su voz y, en un par de casos, con pulverizadores de pintura roja. Y dice Zapatero, socialista, presidente del Gobierno: «me preocupa que se ejerza la coacción y la violencia». Y exige Bono, socialista, presidente del Congreso: «la policía tiene que ejercer la fuerza». Y sentencia Trías, convergente, alcalde de Barcelona: «las protestas son una trasgresión a la democracia».

Noticias del Reino: «El Congreso rechaza publicar la lista de los titulares de grandes fortunas en cuentas suizas» (20 Minutos). «Más de dos millones de españoles pasan hambre» (El Mundo). «PP y PSOE rechazan que se salde la hipoteca con la entrega del piso» (Público). «Zapatero rechaza fijar un impuesto directo a las entidades [financieras]» (Europa Press). Pero el día acaba de empezar; en el paraíso de los cinco millones de parados y de los ocho millones de personas por debajo del umbral de la pobreza puede ocurrir cualquier cosa. Sólo podemos estar seguros de que los conceptos de coacción y violencia, tan del gusto de los privilegiados, no se aplicarán nunca a los culpables de esta situación.

A las dos menos cuarto de la tarde, el resultado de las «agresiones» (Ramón Jáuregui, otro socialista) a sus señorías es de 36 manifestantes heridos y una cantidad indeterminada de diputados ofendidos en su dignidad, que es mucha, porque no les han llamado guapos. Como afirma El País en uno de sus editoriales no editoriales, «urge el aislamiento y la condena de estas acciones violentas, que convierten las bellas ideas sobre la democracia directa o asamblearia en la sucia cobertura del fascismo». Dentro de poco, todos seremos terroristas. Tiempo al tiempo.

Madrid, junio.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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