Si eso es vivir · 23 de julio de 2011

Se puede vivir sin esto; se puede hacer de este sábado un día normal y corriente, con las cosas de todos los días normales y corrientes o, al menos, de todos los fines de semana normales y corrientes; se puede seguir sin mirar, se puede seguir sin mirar afuera y hasta se puede seguir hablando y discutiendo de todos los afuera sin estar aquí. Es muy fácil; notablemente más que interrumpir esa normalidad mejor o peor y llegar a Sol a las nueve en punto de la tarde. Pero en esa normalidad de un día cualquiera no hay respuestas.

Entre los aplausos, los gritos, las consignas y la alegría de la gente que ha venido a recibir a las marchas o se ha unido a ellas en los barrios, prima una sensación que hasta el 15 de mayo era difícil de encontrar. Teóricamente, es la más común; el simple y puro transcurso del tiempo, como en el reloj de la antigua DGS. Ninguna de las personas que vuelven a llenar la plaza, negándose a dejarse vencer por el verano, se ha detenido; no viven en el mundo de antes, con hechos e informaciones en un círculo vicioso que, al final, cuando empezaba otra vuelta, resultaba ser el mismo día, con las mismas mentiras y las mismas esperanzas sin fundamento alguno. Viven ahora, son el ahora. Por comparación, el resto del país parece un decorado con figuras sin volumen que se miran entre sí, esperando qué.

Dentro de un par de horas, cuando las esterillas y los sacos de dormir llenen el Paseo del Prado, podremos decir que la jornada del sábado fue un éxito y suponer, sin bajar demasiado la guardia, que también lo será la del domingo. Pero esa frase ya se ha quedado vieja. Cada uno de los pasos que hemos dado desde aquella manifestación que se convirtió en acampada, tiene dentro la intención del paso siguiente. Esto es una revolución; acción, movimiento, cambio. Quien no camina con ella, no lo sabe. Y es verdad, se puede vivir sin esto; si eso es vivir.

Madrid, 23-24 de julio.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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