Redes de apoyo mutuo · 12 de marzo de 2012

El 29 de marzo, haré lo que he hecho en todas las huelgas generales que se han convocado en nuestro país, con independencia de mi situación: no trabajar. Pero me sumaré a la huelga, como tantos trabajadores, a pesar de CCOO y UGT; porque de tanto vivir en el sistema, de tanto atenerse a unas normas que el propio sistema incumple, el sistema nos ha cambiado el mundo delante de sus narices y, en no pocas ocasiones, desde la legitimidad que CCOO y UGT le otorgaban.

Éste no es momento para tirarnos los trastos; la situación es demasiado grave y la ofensiva de la reacción, demasiado profunda; además, ya habrá ocasión de volver sobre las políticas de los Toxo y los Méndez si la huelga general tiene éxito y se contentan con una reforma laboral rebajada. Menciono su responsabilidad por un motivo distinto: una huelga general es asunto de poca importancia para los trabajadores que aún tienen condiciones dignas y se pueden permitir la pérdida de un día de sueldo; pero para el resto es un esfuerzo que, en cientos de miles de casos, supone una decisión muy comprometida.

En eso también se nota que CCOO y UGT siguen aferrados al mundo viejo y que hacen sus cuentas desde el mundo viejo. Ya no vivimos en el sueño socialdemócrata, con un Estado del bienestar que se encargaba de limar asperezas, aunque fuera tan subdesarrollado como el español. La disgregación de los trabajadores exige que cambiemos no sólo de punto de partida, sino también de métodos. Para parar los pies al Capital, tenemos que empezar a crear redes de apoyo mutuo y cajas de resistencia que faciliten la lucha. Hay millones de españoles que viven en la pobreza. Cuando convocamos huelgas, el Capital los extorsiona y los obliga en la práctica a elegir entre la dignidad y el paro, entre la dignidad y llegar a fin de mes, entre la dignidad y el hambre.

Nosotros no podemos hacer lo mismo; ni desde luego podemos llenarnos la boca, como tanto aristócrata con carnet de progresista, con la ética. Esto no es una cuestión de ética, sino de ricos y pobres, de clases sociales, de la guerra social que nos han declarado. El 29M, al final del día, habrá muchas personas que quisieron parar y no pudieron. Quien sienta la tentación de hablar de esquiroles, que se lo piense dos veces. El derecho a huelga corre el riesgo de convertirse en papel mojado. Y lo será, sin necesidad de leyes restrictivas, si no estamos con los más débiles en todo el camino, antes y después de las huelgas.

Madrid, marzo.


— Jesús Gómez Gutiérrez


Si les gusta lo que leen


/