Sáhara · 21 de marzo de 2022

«Los tiempos cambian», afirma un portavoz del PSOE. Es lunes 21 de marzo y, aunque han pasado varios días desde que los españoles se enteraron de que su Gobierno ha decidido traicionar definitivamente a los saharauis, la suya es la primera declaración más o menos oficial al respecto. Por lo visto, los tiempos cambian para algunas cosas, no para otras. El presidente, que estaba de viaje y se negó a contestar las preguntas de los periodistas, no creyó oportuno que un cambio radical de política exterior se tuviera que debatir en el Parlamento ni pasar por el engorroso deber de informar a sus socios, la oposición, la propia RASD y su principal aliado en la zona, Argelia. A fin de cuentas, ya lo sabía quien lo tenía que saber, Estados Unidos. Y, como buen ciudadano del mundo, hasta permitió que fuera la prensa marroquí quien lo anunciara.

En ausencia de Pedro Sánchez, la prensa y la ciudadanía han hablado largo y tendido sobre las implicaciones económicas y geopolíticas de su decisión. Es comprensible; el gas, la inmigración, Ceuta y Melilla, Canarias, etc. Desde mi punto de vista, son irrelevantes a corto plazo -el dinero es el dinero- y tan catastróficas a medio como el sometimiento de España a la OTAN, que celebrará en Madrid su próxima cumbre. Los gobiernos monárquicos han vendido todo lo vendible, desde la industria hasta la neutralidad, pasando por nuestras relaciones históricas con los países árabes y la familia iberoamericana, donde sólo se llevan bien con las oligarquías. Alguien dirá que no es de ahora, y es cierto. Quien se moleste en analizar lo que ha pasado aquí desde que la rojigualda ondea en los mástiles, llegará a la conclusión de que ha sido un proceso de destrucción del país, por mucho que intenten apuntarse el tanto cultural de los siglos anteriores o la II República. Pero, dejando a un lado esa obviedad, cuya factura se va acercando lentamente, deberíamos estar más preocupados por las implicaciones éticas. A veces, los principios importan. España tiene una responsabilidad indiscutible con el pueblo saharaui. Ni la demagogia habitual del PSOE ni la hipocresía de sus socios, que siempre actúan como si se pudiera ser Gobierno y oposición a la vez, harán olvidar que en esta ocasión han intentado vender a un pueblo entero.

No tengo ninguna duda de que, cuando Sánchez vuelva de su gira europea, volverá con otro saco de palabras vacías que sus medios transformarán en explicación suficiente y pragmatismo de estadista, es decir, millones para unos cuantos e hipotecas para los demás. Tampoco tengo duda de que no pasará nada; en gran medida, porque la presencia de UP en su Gobierno ha conseguido una desmovilización prácticamente total de la calle y una criminalización general del pensamiento crítico en la izquierda. Sin embargo, el futuro de los saharauis no pasa por las ocurrencias de otro imitador de González y Aznar. El futuro de los saharauis depende de los saharauis, y pueden estar seguros de que, diga lo que diga y haga lo que haga nuestra corte, este país sigue estando de su lado.

Madrid, marzo.


— Jesús Gómez Gutiérrez


Si les gusta lo que leen


/