Difícil · 17 de diciembre de 2009

1. Subo por Montera cuando alguien me agarra del brazo. Cada cual sabrá dónde pone el límite de lo admisible, pero yo no me giro con cara de muchos amigos. Y eso, mi propio enfado, multiplica mi sorpresa: no espero la imagen de una mujer preciosa; ni su intención, a pesar del lugar; ni su actitud, tajante primero en su vente conmigo, cordial después en un sencillo ven y casi implorante, rozando el por favor, tras mi tercer no. Roto el contacto, su mano queda en el aire. Cuenta Pedro de Répide que Montera debe su nombre a una dama, esposa de un tal Montero o del montero mayor de Felipe III, cuya belleza era tal que provocaba duelos a muerte por una mirada suya.

2. Minutos después, en un bar de la callejuela de San Onofre, hay una mesa con un café cortado y dos manos que pasan las hojas del periódico. Tras múltiples irrelevancias, surge una entrevista con una de las pocas actrices por las que tal vez me batiría si Vanessa Redgrave no tuviera, en todas sus edades, preferencia: Emma Thompson. Pero hasta la mejor Beatriz de Mucho ruido y pocas nueces es capaz de confundir la realidad con el deseo o, más precisamente, la realidad de pocos con la ficción de tantos. «Lo bueno del sexo —dice mi admirada británica en un titular— es que es gratis.» Sí, quizás dentro de diez mil años, cuando los seres humanos dejemos de vivir un cuento de hadas, prendido con alfileres sobre un abismo y azotado por la lluvia del temor.

3. Un final, de Pavese: «Sonríe ella sola/ su más ambigua sonrisa al andar por la calle.»

4. Hay hielo en la acera y en la barandilla de hierro forjado que se abre hacia el este, cuyo paisaje, a estas horas de la noche, es la oscuridad de la Casa de Campo y algunos puntos luminosos. Como Madrid siempre tiene inventores de leyendas, el Templo de Debod, erigido hace 2.200 años por el faraón Ptolomeo IV, retocado por nuestra querida Roma y traído aquí en 1968, le ha dado una vuelta de tuerca a la superstición de los gatos negros mediante el espíritu de Amón. Con uno de ellos estoy (ojos verdes, siamesa de pelo corto) cuando suena el móvil y es la voz de una amiga desde la otra Siberia castellana. Dice que han perdido el juicio, y estoy de acuerdo; que empeoran con los años, y es verdad; que hablan contigo como si hablaran con fantasmas del pasado, y no podría ser más cierto. Amón, padre de los vientos, protector de los navegantes, maúlla.

Madrid, diciembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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