En qué andas · 20 de diciembre de 2009

1. Una semana es lo que diga ser, y empiezo por el jueves porque aquel día, 17, Lilian Elphick recordaba con Bellas de sangre contraria que una semana también es lo que no diga, lo que insinúe, lo que proponga, lo que esconda, lo que anuncie, lo que está por descubrirse, lo que calle, lo que provoque, el fuego y el hielo, lo oculto (más), lo obvio (menos) y una bofetada, quizás alguna caricia, con absoluta seguridad. Una semana, digo, o un día en medio, jueves.

2. Aquí, a miles de kilómetros, el verso que da título al libro de Lilian anduvo buscando a su autor y no lo encontró. Lorca no está; era previsible. No hay huesos, no hay cuerpo, no hay fosa; lo mataron en otro lugar o tal vez se lo llevaron. Luego, ya en sábado, la casualidad dicta que la amistad se presente con una antología y diga lee, imperativo, después de muchas copas, en una habitación de luz tan ténue que las palabras se confunden y las líneas se difuminan. Bien, leamos. Dentro de mi chaqueta, algo cruje; es una casa de cartón, arlequinada, con ventanas de colores y su procedencia, la Kunst Haus Wien, en blanco sobre negro. Mañana es domingo y llegaré a él con los bolsillos tan vacíos como el lunes; pero tengo un regalo de Viena y me invento los poemas que recito: no, A., no, V., no he hecho un pacto con el diablo, necesito mis gafas de leer.

3. De acuerdo, es una guerra perdida. Pero se pelea igual. Para pelear no hace falta la fe. Viene Kumi Naidoo, por ejemplo, y resume la Cumbre de Copenhague: «La mayor crisis que afronta la humanidad es la de falta de liderazgo». ¿Era sábado? ¿era viernes? No estoy seguro, y tampoco creo que salgamos ganando con otra reflexión sobre los límites. La condición humana es un insecto que pasa lentamente sobre las tumbas de mis antepasados. En la tierra hay flores moradas y amapolas; en lo alto, el azul cambia a gris y confirma la previsión de la Agencia Estatal de Meteorología. No hace falta fe, insisto, y en cierto sentido, cuando ya se tiene, tampoco la razón.

4. El lunes fue trabajo; el martes, trabajo y una sala de gente con ediciones a punto de nacer y a punto de morir; el miércoles, el frío. Esto es, naturalmente, la mirada de la rutina; trabajar para nada, caminar para nada y no poder encender la calefacción porque sale caro. Sin embargo, hay otras historias. El tiempo busca palabras, él llama por teléfono, ella se inventa un hombre, esa señora, la del perrito, pregunta por una calle; si descontaran los miedos de pega (tradición, educación) quedarían tres miedos reales y suficiente impulso para afrontarlos todos, porque la vida se basta; como no los descuentan, el suelo se establece sobre un montón de narraciones lineales y cerradas, mejores o peores, con tendencia a parecer literatura. En qué andas, me has preguntado.

Madrid, diciembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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