Ja · 16 de febrero de 2012

Leo que la revolución no es posible; leo que lo es pero en lo ontológico; leo que si la correlación de fuerzas (siempre negativa); leo que se hace agitando un flan; leo que es un clima, una coherencia, un conócete a ti mismo y, por la cátedra, un pasamontañas. En mi opinión, hoy hace buen tiempo y a tu madre le gusta el bingo. Y no tengo más opinión. Es decir, la tengo; pero no procede.

Afortunadamente, hay otras cosas. Se pueden buscar las grandes palabras en cualquier parte. Se puede hacer una fiesta desde la exclusión, a pesar de la exclusión (y hasta repartir algunas líneas, por si ayudan). Se puede insistir, resistir, crear, ser sin aire en los pulmones y, desde luego, en el fondo de un pozo. Basta con recordar la justicia (y la belleza). Que lo que no tiene tierra es absurdo. Que lo que no es libertad es idiota.

A mi barrio (el barrio donde crecí), llegaba mucha gente con definiciones de revolución; hacían turismo social y salían con más definiciones de revolución. Nunca hicieron ninguna. No eran más que conceptos. No sabían que la revolución siempre ha sido posible; pero no así, con palabras de enca-je y bara-ja vie-ja.


Madrid, febrero.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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