Exclusión · 28 de abril de 2012

El Estado llegó, aunque algo tarde y sólo en calidad de policía; dios, el dios al que clama la mujer que acaba de perder a su hijo, ni siquiera eso: Hacia las diez de la noche de un viernes, un chaval de 16 años camina por las proximidades del Puente de Vallecas. Minutos después, ese mismo chaval se derrumba junto a un bar; le han pegado dos tiros en el costado izquierdo que le han salido por el cuello, pero ha seguido andando y aguantará el tiempo que tarda la ambulancia y media hora de intentos de reanimación.

En la prensa se dice que se cruzó con un grupo de los Dominican Don't Play, una escisión de los Latin King. Todos, menores; tres de ellos, de 12 y 13 años. Al parecer, le pidieron que gritara «¡Viva la patria!» y se negó. La prensa no dice cómo se ha llegado a que unos niños maten a tiros a un adolescente; la prensa no dice cómo se ha llegado a que unos niños dominicanos, peruanos, rumanos, españoles y ecuatorianos compartan una banda de nombre inglés y, por supuesto, tampoco dice a qué maldita patria se referían. La prensa se limita a repetir la información policial para construir una historia de sangre sin contexto.

Pero el contexto existe. Tanto, que ni uno solo de los periodistas que escribieron las notas supo reconocer el lugar. «En la calle de Peña Gorbea.» ¿Quién llama así a lo que cualquier vallecano conoce como el Bulevar? Quien no ha estado nunca en Vallecas. Porque nuestros periodistas, o lo que ahora llaman periodistas no han estado nunca en Vallecas, en Carabanchel, en Villaverde Alto, en San Blas. Son, incluso cuando los explotan, niños de la élite. Que se estremecen o se asquean ante un chaval asesinado mientras construyen, como sus padres, un país de exclusión.

Madrid, abril.


— Jesús Gómez Gutiérrez


Si les gusta lo que leen


/