Diluidos en una enfermedad secreta · 26 de diciembre de 2012

Esto es gratis. Reduciendo el asunto a una letra mayúscula, para que ningún indebido sepa lo que no debe, digamos que hice X en un momento determinado porque llevo mucho en X y sé casi todo lo que se puede saber de X. Por lo visto, sirvió. Y como era algo para los míos, definición que yo entiendo por gente de abajo o gente que puede llegar a crear, lo hice y lo hago a cambio de nada, esperando nada, calculando nada, a veces por echar una mano y a veces por joder a los inútiles y a los malnacidos de arriba.

Eso es de esas circunstancias. Digo «esto es gratis». Pero también están las otras circunstancias, en las que después de tanto tiempo y esfuerzo, resulta que te han dejado un sitio tan pequeño, para que no molestes, para que no supongas competencia, que sólo tienes poder en un sentido: el de no decir, no hacer. Lo que todavía está en tu mano. Porque si haces y dices, no recibirás ni la hora pero se quedarán tu haces y tu dices y, encima, habrás contribuido al mantenimiento de un régimen de necios famosos. Entonces, yo no sé. No relaciono, no creo, carezco de ideas. Mi experiencia se ha diluido en una enfermedad secreta que empieza a ser común. Afirmo que ni siquiera recuerdo mi nombre.

En España no tenemos futuro. Se quiere creer que lo que no tiene futuro es esta España, pero la historia demuestra que lo tiene: descomposición cultural, deconstrucción científica, involución política, hasta llevarla otra vez a un tercer mundo del primero. Es una pena; hay gente de sobra para un país distinto. Esto es gratis. Bastaría con no condenar al momento de revelación, cuando descubrimos que sólo se tiene poder en un sentido, el de no decir, no hacer. Sin (casi) más salvedad que la de echar una mano.

Madrid, diciembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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