Jaque · 29 de septiembre de 2013

De noche, con Arenal convertida en río, la gente inventa consignas sobre la que está cayendo. Ya van muchos minutos de tromba, pero quedan varios miles de los diez mil que éramos en Gran Vía. Luego, El Mundo y la policía dirán: eran más de mil; Público pasará de decir ocho mil a restar seis mil con la varita mágica y el El País, más policial que una pistola y más monárquico que un bufón de la Corte hará un mil porque no puede dejarlo en diez. El diccionario lo aclara en su primera acepción de la palabra prensa: «Máquina que sirve para comprimir, y cuya forma varía según los usos a que se aplica».

La Plaza de Oriente es un campo de concentración vacío, con vallas como alambradas. El día después de que el Gobierno expulse a los observadores de la OSCE, más de la mitad de los antidisturbios del Reino demuestran que el Reino tiene miedo de esta ciudad y que la libertad de expresión y de reunión se limita a las expresiones de apoyo al propio Reino. Por suerte, hoy no se sumarán más detenidos al registro larguísimo que los periódicos ocultan entre partidos de fútbol y asesinatos de niñas. El agua que cae y que finalmente disuelve la manifestación también cae sobre los cascos y las porras, quitándoles las ganas. Al fondo, el Palacio Real adquiere un blanco y negro muy parecido al de los cuarenta años de Reino sin rey.

No sé si los organizadores del acto son conscientes de su éxito. En los cuarenta años de Reino con rey, son los primeros que se atreven a poner la monarquía en el centro del debate. Hasta ahora, teníamos una farsa; tricolores el 14 de abril y punto. Ellos no lo van a decir, pero lo digo yo: de las cien organizaciones que los apoyaron, la mitad lo hizo a regañadientes, deseando un fracaso. Firmantes que no convocan, firmantes de qué remedio; para ir de republicanos por el mundo cuando están, por inacción e incultura, entre los peores enemigos del republicanismo. Y, sin embargo, diez mil salieron en Madrid y otros muchos lo intentaron en otras capitales. A todos, gracias.


Madrid, septiembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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