El mundo real · 30 de junio de 2011

Según afirma la prensa, el desalojo de la acampada de Barcelona se llevó a cabo sin incidentes. Debo pensar entonces que los golpes que recibieron Alejo Cuervo y Natalia Cervera, la mujer con quien compartí diez años de mi vida, son producto de su imaginación. Tampoco tendría nada de particular. Reconozco que en mi familia elegida somos muy imaginativos; quien no escribe, traduce literatura; e incluso estamos los que hacemos las dos cosas a la vez.

Pero no fue producto de su imaginación; fue lo que ocurre cuando dos ciudadanos piden la identificación a un policía en ausencia de periodistas y cámaras. Respuesta del policía: «la llevo en el culo». Cuando Natalia sacó un teléfono móvil, cinco agentes se lanzaron sobre ella y la arrastraron por la calle. Alejo corrió la misma suerte, cómo no. Después, les quitaron los móviles y los cachearon contra una pared en un lugar discreto, porque nunca se sabe quién puede estar mirando. Aún así, tienen testigos.

Lo decía hace poco y lo voy a repetir. Sólo hay una clase de personas que creen los cuentos sobre las provocaciones a las Fuerzas de Orden: los que jamás protestan por nada o, al menos, los que se mantienen lejos del conflicto. Los demás sabemos muy bien lo que sucede. Nos han golpeado, nos han cacheado y nos han detenido muchas veces. En la inmensa mayoría de los casos, sin justificación de ninguna clase; en la inmensa mayoría de los casos, sin que los medios se den por aludidos y, por supuesto, en la inmensa mayoría de los casos, sin que la Justicia haga absolutamente nada.

Natalia, con quien acabo de hablar, está con un cóctel de analgésicos y tanto dolor que no puede dormir. Alejo tuvo más suerte y sólo acabó con el cuerpo lleno de magulladuras. Podría haber sido peor, desde luego. Con frecuencia lo es. Si dos ciudadanos españoles, adultos, que se limitan a pedir la identificación a un policía en el centro de una gran ciudad, terminan de ese modo, piensen en la clase de situaciones que se producen con inmigrantes, con jóvenes y en los barrios de trabajadores. Esto no es nuevo, no es de hoy. Esto es el mundo real.

Madrid, junio.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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