Sillón · 28 de octubre de 2013

    Es curioso que no me diga nada
    después de tanto tiempo de decirme,
    ¿será el tapón pasado de rosca
    de la comparación siempre a mano?
    No creo. Me tapo y destapo bastante bien
    y todavía hoy, en medio del gran silencio de los días
    pantalla palabras pantalla palabras
    alejo el sillón giratorio y doy vueltas mirando los libros,
    altas estanterías
    de
    libros que
    (si la vida insiste) venderé por un puñado de Clint.
    Ésa es mi contribución al romanticismo, en calidad de sentimental
    y la lámpara verde del XIX
    y una mesa que quiere ser consola de una nave
    y una tricolor doblada en recordatorio
    de que mi mundo también podría ser,
    incluso en el sentido de ser yo, hombre de perros, menos felino y más perro.
    Pero nada me dice nada que no esté en el acto de dar vueltas
    y prestar mi sillón,
    en una ciudad difícil de un tiempo difícil.
    Soy tan su ambiente que, a veces, mi humor es suyo.
    Ojalá que pueda girar conmigo.


    Madrid, octubre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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