Bifronte · 1 de enero de 2019
Es un buen portal, con buenas placas de granito; tres metros de alto, dos de ancho y medio de fondo entre la calle y la puerta, toda cristal y acero, sin cierre exterior. La luz de la tienda, limitada a un par de focos, muestra tres maniquíes con vestidos de cóctel y varios colgadores con ropa menos lúdica, como queriendo decir que Año Nuevo hay uno y años viejos, trescientos sesenta y cuatro.En el medio metro de fondo, puesto de lado y algo encogido, hay un cuerpo. Sus pies están a unos veinte centímetros de la pared izquierda y la cabeza, a unos quince de la derecha, contra la que descansa la bolsa donde se apoya. Sobre la cabeza, un gorro de lana con la palabra MADRID, en mayúsculas; frente a la cabeza, que es de ojos cerrados, un vaso con una moneda y dos paquetes de pañuelos, que evidentemente se ofrecen a cambio de ayuda. El resto no se distingue bien; parecen una manta tirando a marrón, un edredón grisáceo y las suelas de unas zapatillas deportivas. También hay cartones, pero sólo en la extensión necesaria para establecer un precario muro de seguridad.
Me niego a narrar lo que hay fuera de ese medio metro, que se repite una y otra vez a lo largo del camino. Ya es el mes del bifronte Jano, el dios de los principios, los finales, las transiciones, las puertas, los umbrales y, por supuesto, los portales. Cuando acabe esta noche, llegará un día como cualquier otro; y quien pase mañana, a estas mismas horas, verá lo mismo que hoy, pero con una diferencia: habrá más cuerpos.
Madrid, 1 de enero.
— Jesús Gómez Gutiérrez
En Villa de Vallecas / Resumen provisional