Querido Dragomiloff · 15 de febrero de 2013
Parece improbable que en mitad de un descampado se encuentre un buen libro; pero siendo ese descampado el camino más corto para ir del Metro a las casas blancas y de las casas blancas al Metro, lo improbable no era que se pudiera encontrar, sino que siguiera allí a las dos de la madrugada. El descampado desapareció años después, con las casas blancas; el libro estuvo en mi poder hasta que devolví el favor en otro sitio improbable, de otro Madrid difícil, donde otro chaval como el chaval que aquella noche se inclinó a recogerlo lo encontrara inevitablemente.Este año se cumple medio siglo de su publicación, aunque algunos dirían que se cumple de su asesinato. Y de eso trata The Assassination Bureau Ltd., Asesinatos, S.L. en su traducción al castellano: una organización de filántropos dedicados a ejecutar por encargo a déspotas, banqueros, políticos corruptos y demás calaña tras un estudio exhaustivo de sus méritos. Jack London compró la idea a Harry Sinclair Lewis en 1910 y llevó un deseo recurrente de millones y millones de personas hartas de injusticias hasta donde quiso o pudo, porque no llegó a terminar la novela; el texto que se publicó en 1963 fue asunto en la conclusión de Robert L. Fish y de la segunda esposa de London, Charmian Kittredge, ya fallecida por entonces.
Dudo que su aniversario encuentre muchas plumas dispuestas a dedicarle unas líneas; no está entre lo mejor del autor de San Francisco y, desde luego, no está a la altura de otras obras que cumplen su misma edad: Rayuela, de Cortázar; Eichmann en Jerusalén, de Arendt; la poesía completa de Eliot; Luz de día, de Blanca Varela; El espía que surgió del frío, de Le Carré y La ciudad y los perros, de Llosa. Pero pocos personajes reciben tantos deseos de los excluidos como el protagonista de Asesinatos, S.L.. Un chico de barrio deja un libro en un lugar improbable; otro lo recoge de un lugar improbable. Pasa el tiempo y todos sueñan un encargo que siempre empieza así: «Querido Dragomiloff».
Madrid, febrero.
— Jesús Gómez Gutiérrez