Cepo · 10 de diciembre de 2013
No sé si lo que leemos me jode más o menos que a ti, lector sólo lector, pero seguro que me jode particularmente en el sentido de que, lo que en ti es lectura, en mí es lectura y trabajo. Bueno, trabajo; corrijo: profesión, palabras de exilio que, por su cortísima frontera remunerada, renta hoy para el alquiler de un catre y la imaginería del propio trabajo, oh sagrado icono del diccionario técnico, oh virgen de dónde va este cable, oh Judas del teclado oídio, que es hongo de la vid. Como ves, a mí ni me importa el lenguaje que muchos creen de la información y yo creo de la manipulación; me explico: lo que te chirría, el arañazo de la pizarra, no es tanto el sonido de tantos diciendo las mismas cosas como de tantos diciendo (lo que sea) del mismo modo. La forma también es una opinión del mundo. Te cantan la misma canción día y noche, cambiando la letra y, aunque casi todo en ti lo dé por bueno, te falta el casi. Por una caña que nunca pagaré: ¿qué vende el reaccionario de camisa de cuadritos, el reformista de camisa de cuadritos, el revolucionario de camisa de cuadritos y el transversal de camisa de cuadritos? oralc ,sotirdauc ed sasimac :atseupseR. Pero no seré yo quien grite: ¡A deconstruir!, tremenda payasada. Yo grito: ¡A desalambrar! la historia entera de la literatura y desde luego de la prensa. Cuidado con acostumbrarte a la misma canción. Y no digo más.Madrid, diciembre.
— Jesús Gómez Gutiérrez