La cortina · 25 de julio de 2015

Ya no está la gente que llenaba la terraza; se llenará un poco al anochecer, cuando refresque, y digo un poco desde la exageración. Tampoco está la mayoría de los que iban arriba y abajo por la calle ni la mayoría de los que salían a tomar el aire o un café, por ejemplo. No es que falten casi todos; en términos absolutos no faltan ni la mitad de la mitad, pero es indiscutible que, si se mira sólo la ciudad externa ―hay ciertamente otra―, parece que el verano ha descorrido una cortina de cuerpos. Fuera el algodón, el encaje, la gasa, la batista. Bienvenido sea el mundo despejado. Y he aquí lo que se ve: viejas en el suelo, jóvenes en el suelo, tullidos arrastrando sus muñones con un vaso de plástico para las monedas y locos o casi locos de voz en grito o murmullo. En ningún momento del año tienen tanto protagonismo como ahora. Si es que hay protagonismo en el hecho de que se vean más porque los más no están.


Madrid, julio.


— Jesús Gómez Gutiérrez


Si les gusta lo que leen


/