Brexit, Trump y lo que está por llegar · 10 de noviembre de 2016

Para la progresía más burda, que se tiene a sí misma por el cenit del refinamiento intelectual, los bárbaros se han rebelado y amenazan con destruir la civilización. En Gran Bretaña, los bárbaros eran la clase obrera y los viejos, aunque más tarde se demostrara que la inmensa mayoría de los jóvenes no habían optado por la UE, sino por una abstención tan crítica como explícita. En los Estados Unidos, los bárbaros son los hombres blancos —«blancura» que los anglosajones limitan a los anglosajones, por supuesto—, aunque Trump se llevara el voto de enormes sectores de la población femenina y las minorías étnicas. Y cuando llegue el turno de Italia y su referéndum de diciembre, será lo que toque: quizá, una coalición de señoritos norteños y desarrapados sureños contra el sueño global y democrático de Bruselas.

Desengáñense. Puede que el antiguo y no muy fino eslogan de «civilización o barbarie» venga a cuento en esta tesitura, pero los bárbaros son otros: el propio sistema, que nos lleva al colapso social y ecológico y todos sus beneficiarios, empezando por la desconsolada progresía. Brexit y Trump ni siquiera son el mismo proceso. Nuestros progres viajan tanto a Nueva York que han terminado por creer que el mundo se reduce a su mundo, y que Europa y los Estados Unidos son, grosso modo, iguales. Los blancos, la clase obrera, los viejos, los ignorantes sin carrera universitaria, todo junto en una amalgama de fondo xenófobo y clasista donde se puede meter hasta la misoginia con calzador, aprovechando que Hillary Clinton es mujer. Sin embargo, Europa y los Estados Unidos no son iguales. Y por mucho que haya una parte de revuelta conservadora, no tiene fuerza para conseguir un Brexit ni para llevar a Trump a la presidencia de la potencia americana. Algo ha desequilibrado la balanza, y ese algo no está en una demagógica y absurda equiparación étnica y social de dos ámbitos distintos.

La progresía tiene buenas razones para mezclar churras y merinas y desestimar (curiosamente) el único factor común en esta historia: el papel de la socialdemocracia, es decir, su propio papel. Gran Bretaña votó por el Brexit porque millones de votantes laboristas desobedecieron a su propio partido, y Trump ha ganado las elecciones de EEUU porque millones de votantes demócratas se han quedado en casa. Ni más ni menos. Hombres, mujeres, blancos, negros, inmigrantes, homosexuales y heterosexuales condenados a la pobreza y al olvido por una élite de hombres, mujeres, blancos, negros y etcétera que vive muy bien o razonablemente bien y que, en el mejor de los casos, sólo busca el imposible de que el tiempo vuelva atrás y el capitalismo vuelva a ser «un buen chico». Pero el capitalismo no fue ni puede ser un buen chico. El capitalismo es el problema, con Keynes o sin él. Y si la izquierda renuncia al objetivo de una sociedad sin clases ni propiedad privada, todo será distopía y, ocasionalmente, venganza social.


Madrid, noviembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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