Zoológicos humanos · 25 de enero de 2009
1) La ministra del ramo estuvo razonablemente bien en la entrevista que vi hace unas semanas. Más allá de la fraseología a la moda sobre género y multiculturalidades, sólo tuvo un defecto: reconocer que su Ministerio carece de datos sobre el porcentaje de denuncias falsas en casos de violencia machista; no por reconocerlo, obviamente, sino por el error de subestimar el problema. El Estado no debe permitir que se abuse de una ley tan necesaria ni esconderse tras el viejo truco del castigo judicial ejemplarizante cuando el delito llega a los medios de comunicación. Extender la cultura del Derecho y alejarse del subdesarrollo social es cuestión de capacidad presupuestaria y voluntad política. Sin la primera, la segunda son espejos de colores.
2) La pantalla se enciende y aparece un documental con río, selva americana y canoa ancestral de nativos ancestrales (dice el narrador) que, sospechosamente, tiene motor y hasta casco de acero porque las de madera se rompen al chocar con los troncos que la corriente arrastra (repítase el contenido del primer paréntesis). A continuación, la embarcación se detiene en la orilla de lo que se define como poblado indígena sin contacto con el mundo occidental desde hace más de cien años (etcétera) y aparecen más personas ancestrales que consiguen multiplicar, en un solo segundo, mi confianza en la evolución tecnológica: si una tribu ha logrado fabricar la ropa industrial que viste y las radios que cuelgan de las vigas a partir de la comunión con la naturaleza y un rico folclore que se hunde en la noche de los tiempos (erre que erre), es que somos dioses. Pero hay otra definición para esto: zoológicos humanos. La miseria y la exclusión, convertidas en objeto turístico para alegría de un Gobierno que ni siquiera tendrá que echarles cacahuetes.
3) A la Conferencia Episcopal española no le caemos bien los ateos. En su último comunicado, afirma que dudar de la existencia de dios «en lugares públicos» es una ofensa a su empresa y otras parecidas que lesiona «el derecho al ejercicio libre de la religión»; es decir, según la legislación vigente, un delito. Si fuera por ellos, nos encerrarían en un territorio indígena independiente (en la blasfemia laica, reservas) y nos llevarían camisetas, dulces y antropólogos.
4) Retroceso de los salarios, disminución del consumo, crecimiento drástico del desempleo, aumento de la precariedad laboral, aumento del endeudamiento exterior, quiebra del modelo productivo, etc. Y es verdad que los gobiernos han perdido capacidad de maniobra por el traslado de sus competencias a entidades como el BCE y otras circunstancias de la internacionalización de la economía. Pero de ahí a que sólo se deba actuar para corregir defectos del mercado, va un mundo; de ahí a insistir en la receta de congelar salarios y bajar los impuestos al capital, van dos; y de ahí a afirmar que el Gobierno no puede hacer más, van por lo menos tres. Podrían empezar por Keynes, en España y en la UE. No es tan mono como las alianzas de civilizaciones, pero se parece más a la izquierda que necesitamos.
Madrid, 24 de enero.
— Jesús Gómez Gutiérrez