La guerra que no fue · 1 de septiembre de 2009

Se han cumplido 70 años del principio de la II Guerra Mundial, y entre los 22 jefes de Estado que asistían a la conmemoración del mayor conflicto militar de la historia, que sentó las bases de todo nuestro sistema actual de derechos y de una Europa embarcada en la superación de los nacionalismos, no estaba el presidente del Gobierno de España.

Cómo iba a estar, si nuestra guerra no fue principio y desencadenante, al mismo tiempo, de aquélla; si nuestro país no fue el campo de pruebas militar y político de la Alemania nazi y de la Italia fascista; si los ejércitos del Eje no intervinieron directamente en nuestras batallas ni bombardearon ciudades españolas hasta arrasarlas ni cazaron durante tres años, por los mares de medio mundo, a los mercantes que llevaban armas y suministros a la República Española.

Cómo iba a estar si la entrega de Checoslovaquia en 1938 no fue también la nuestra; si la política británica y francesa de apaciguamiento que animó a la serpiente no fue culpable de la derrota de los republicanos ni factor clave de acontecimientos posteriores, como el pacto Ribbentrop-Molotov que facilitó la invasión de Polonia.

Cómo iba a estar si Franco no fue socio de Hitler y Mussolini; si no les apoyó en todos los órdenes hasta que fue consciente de su derrota inevitable; si no envió Divisiones Azules a luchar en Rusia; si no firmó el Pacto Antikomintern; si no quiso unirse al Eje ni fue rechazado por el canciller alemán, contrariamente a lo que afirma la mitología franquista, porque ni éste estaba dispuesto a acceder a sus peticiones con Gribraltar y las colonias francesas ni el Ejército de los africanistas y de la Iglesia tenía más utilidad militar que la derivada de las armas, el dinero y los asesores de los propios alemanes.

Cómo iba a estar allí si España no sufrió un millón de muertos ni cientos de miles de fusilados y represaliados ni cuarenta años de dictadura y subdesarrollo ni el exilio de casi todos nuestros artistas, intelectuales y científicos gracias al Eje. Cómo iba a estar si miles de españoles no lucharon en los cielos y en los campos de batalla de toda Europa. Cómo iba a estar si miles de extranjeros no combatieron en España a sabiendas de que aquí se estaba librando la primera batalla de la II Guerra Mundial y de que sólo aquí se podía detener a Hitler a tiempo e impedir la mayor tragedia de la historia.

No, definitivamente, José Luis Rodríguez Zapatero hace muy bien en no asistir a ese tipo de actos y en no insistir para que España asuma el protagonismo práctico y simbólico que le corresponde por su pasado. Eso es una nadería, no como el G8 o el G20; sería una forma absurda de buscarse problemas.

Además, ¿cómo conmemorar nada cuando la España que combatió al Eje lo hizo bajo una bandera, la tricolor, demasiado incómoda a efectos institucionales? ¿Cómo sumarse a la conmemoración y volver al mundo real sin admitir la responsablidad de Franco en el estallido de la IIGM y en los crímenes contra la humanidad que se juzgaron en Núremberg? Todo eso ha quedado atado y bien atado en nuestra ley de memoria histórica, que no es, como se ha demostrado en los hechos, sino una forma hipócrita y cobarde de ley de punto final.

Madrid, 1 de septiembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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