Ocio sano · 9 de septiembre de 2009
1. Batalla campal entre imberbes y policías en Pozuelo. Su alcalde (PP) culpó de la bronca a «energúmenos de fuera» (los de la capital, que somos de un lumpen subido), y la presidenta de la CCAA, Aguirre o la cólera de, la achacó a «alborotadores profesionales» tirando a batasunos. La cosa, naturalmente, fue más fácil: pueblo bien de niños bien que se aburren. Pero el ridículo mayor no vino del facherío pozuelesco, que mira Madrid como las tropas franquistas y desde el mismo sitio, sino de esa gran broma que es el PSM: en opinión de su portavoz, los enfrentamientos demuestran la «necesidad urgente» de aplicar políticas de «ocio sano» a los jóvenes.
2. En éstas andábamos cuando el estratega del PSM para la pifia insuperable, Tomás no se qué, despertó de la siesta y afirmó que su partido abolirá la prostitución en cuanto recupere la CCAA, el Ayuntamiento o los dos (¿por un puente de Einstein-Rosen?). En el Madrid de la especulación a destajo, los precios imposibles, los salarios infames y una quiebra social y cultural que se enquista, el proyecto político de los socialistas consiste en esperar el error del contrario y volver a la moralina de la decencia y el orden. Ni siquiera se han fijado en lo de Barcelona. Ni en lo que pasó en cierto país nórdico cuando los talibanes se salieron con la suya e impusieron la abolición: más explotación, más marginalidad, más dificultad para controlar los espacios verdaderamente oscuros del negocio.
3. El PSOE apela al factor externo de la Carrera de San Jerónimo para explicar su debacle en Madrid, pero la sociología afirma lo mismo que hace cinco, diez, quince, veinte, veinticinco años: el ladrillo. El atajo productivo del socialismo de salón; el que el Gobierno de Zapatero sigue sin tocar; el que ha convertido a decenas de miles de votantes socialistas en especuladores grandes o pequeños que terminan votando al PP porque el sistema funciona y enriquecerse es bueno; el que ha expulsado a los damnificados, mucho más numerosos, y los ha alejado de la política. Hoy por hoy, la maquinaria del PSOE no crea cultura de izquierda; más bien, la destruye. Cuando los partidos se convierten en clubs, no se llenan precisamente de talento; queda la morralla, el funcionario, el amigo, el sobrino y lo más barato del mercado de las ideas.
4. La gran diferencia de Madrid con buena parte de España, Barcelona incluida, es que no ofrece túneles y pasillos donde la izquierda pueda ocultar su desnudez: jugamos en cueros, con lo que somos. Aquí no hay culturas propias, sino el ser de todas partes. Aquí no hay nacionalismos de casa que participen en el reparto de diputados, sino uno de carácter estatal que está en manos de la derecha. En lugar de coquetear con lo que UPyD pueda arrebatar a los de Génova en las próximas elecciones, IU y el PSOE deberían considerar la posibilidad de tirar la basura y dedicar los ratos libres a reaprender Madrid. Se juegan mucho más que estas calles, acostumbradas a sobrevivir con lo malo y con lo peor; cien, doscientos mil votos menos, y también perderán el Congreso de los Diputados.
Madrid, 9 de septiembre.
— Jesús Gómez Gutiérrez
La guerra que no fue / Perder el tiempo