Punto muerto · 29 de abril de 2011

Vuelve el CIS con sus cosas, que a efectos del circo de los medios y la política son esencialmente los sondeos electorales. El PP mantiene el apoyo de la España profunda, el PSOE sigue en el filo de la navaja, IU confirma en plena crisis que no es una alternativa y UPyD asoma la nariz en su intento de sacar tajada del nacionalismo. Si alguien esperaba otra cosa, que se lo mire bien. Nuestro sistema político está atascado por la ley electoral y nuestra política está atascada porque el factor principal en la generación de debate, la izquierda, sólo reconoce lo que ve en su espejo.

Pero los estudios del CIS siempre incluyen detalles de más calado que la intención de voto. En la España del año 2011, el 51,6% de los ciudadanos manifiesta que no habla nunca o casi nunca de política con los amigos; el 51,1%, que no habla nunca o casi nunca de política con sus familiares, y el 33,3% que no habla nunca o casi nunca de política en el trabajo, cifra que no es más alta porque la mayoría (37,7%) considera que hablar de política en el trabajo es improcedente. Como se ve, estamos a punto de conseguir el sueño de la despreocupación total.

Cuando apelamos al desarrollo, nos referimos a cuestiones como la atención sanitaria, el derecho a una vivienda, un salario digno, las pensiones y la educación; pero todo eso, que es papel mojado o está en peligro, tiene condiciones anteriores no limitables a una estructura económica determinada: por ejemplo, una ciudadanía implicada en la organización de la sociedad. Y aunque sea perfectamente lógico que se rechace la estafa de este sistema, que no busca ni quiere participación, ese desinterés apesta a punto muerto en el más muerto de los sentidos. España necesita algo tan nuevo como el ideario republicano. Pero nuestra izquierda no tiene ni visión ni generosidad ni coraje.

Madrid, abril.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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