Un 15 de mayo · 16 de mayo de 2011

Los grandes medios nos muestran un paisaje. En general, excluyen lo que no conviene al poder o hacen los retoques necesarios para que una playa sea un desierto y un río, una gotera. A veces se abre la mano y se escapan cosas; por ejemplo, una entrevista con una frase que el lector interesado podría investigar. Pero lo que se dice y lo que no se dice nunca es tan determinante como cuándo se dice o no se dice: en política, un secreto de hace treinta años no cambia nada; en economía, un secreto de hace un día, no cambia nada. La verdad, que es extraordinariamente peligrosa en el momento preciso, se vuelve anécdota si llega tarde.

En los medios de comunicación se sabe muy bien. Si alguien seguía creyendo a estas alturas que su negocio es informar y no crear opinión, se habrá llevado una sorpresa con las manifestaciones que se han celebrado este domingo por todo el país. Durante los días anteriores, hicieron lo posible por silenciar la convocatoria; cuando llegó el día, hicieron lo posible por silenciar su éxito; y cuando la noticia se extendió por la Red y la gente empezó a denunciar lo sucedido, juntaron unas cuantas líneas e hicieron lo posible por convertir el éxito en una extravagancia de cuatro radicales.

Varias decenas de miles de ciudadanos, jóvenes en su mayoría, recibieron ayer una lección tan importante como el ejemplo de inteligencia, voluntad y capacidad de movilización que dieron; ahora saben que esperar algo de este sistema político y de sus medios de comunicación, es un error que nos llevará al desastre. La transición, el último disfraz de la dictadura, murió un 15 de mayo en las calles de las principales ciudades españolas. Puede que estemos ante el principio de algo grande. Puede que no. Pero nada volverá a ser lo mismo.

Madrid, 15 de mayo.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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