Caspa y cochambre · 4 de marzo de 2012

Hubo un tiempo en que era el periódico de referencia. Desde luego, lo era porque no había donde elegir, pero estaba bien redactado, huía de las formas más descaradas de la demagogia y, hasta los primeros años de la década de 1980, mantenía una línea editorial crítica. Después, pasó lo que pasó. Y ese pasó lo que pasó de GAL, OTAN, contabilidad creativa, nuevos ricos, burbujas, tapón cultural y guerra a todo lo que se moviera a la izquierda del PSOE fue algo más que la transmutación de un diario progresista en un apéndice del Boletín Oficial del Estado: fue la constatación de que la transición política había sido una estafa.

Este domingo, El País se ha quitado la última careta. No tanto por su defensa cerrada de la monarquía, normal desde un nido de señoritos y un grupo estadounidense de capital riesgo, como por el lenguaje editorial que ha elegido. Decían que querían contribuir a la regeneración de España y han terminado exigiendo contundencia contra los que pedimos la República, haciendo insinuaciones seudofranquistas sobre la supuesta fragilidad de la unidad española y cuadrándose ante la «autoridad moral» del borbón. Deben de estar muy nerviosos para confesarse ratas del barco que se hunde. Y muy fuera de la realidad para creer que nos van a asustar con el argumento de que la recusación de la monarquía es la impugnación de la transición política.

Eso es justamente lo que la nueva España, de la que el 15M es parte y reflejo, pretende: recusar la monarquía, impugnar la transición y reinstaurar la República. Pero no una República cualquiera; no un trapo de colores para mantener el mismo tenderete, sino una República de ciudadanos, dispuestos a cambiar las raíces del sistema y a sacarnos del subdesarrollo. El País, tan caspa y cochambre en esto como el resto de los periódicos nacionales, sabe que la rueda ha empezado a girar. Ahora sólo es cuestión de empujar con fuerza; porque lo único que puede impedir nuestro triunfo es nuestra propia falta de ambición.

Madrid, marzo.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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