Sin medias tintas · 12 de marzo de 2008
Si la izquierda colombiana tuviera posibilidades de llegar al gobierno, es muy posible que las hubiera perdido durante los sucesos de febrero y marzo de este año. En el primer caso, el Polo Democrático se negó inicialmente a apoyar las manifestaciones contra las FARC y sólo en última instancia, ante la presión de sindicatos y movimientos sociales, se sumó a la convocatoria. En el segundo, la división interna ha anulado la respuesta que esperaban la mayoría de los ciudadanos y de sus propios votantes: una condena tan rotunda del ataque a territorio de Ecuador como de las injerencias de países vecinos en los asuntos internos de Colombia.
El Polo nunca lo ha tenido fácil. Es la voz de la izquierda democrática frente a los excesos del Estado y de grupos que se han ganado a pulso el calificativo de bandas terroristas. Una voz que tiene en su contra la mayor confluencia posible de intereses en el panorama colombiano. Empezando por las FARC, por supuesto, porque cada día de lucha política en las instituciones demuestra hasta qué punto es absurda y criminal la organización de Marulanda. Pero las dificultades de la coalición progresista no la eximen de responsabilidad.
Colombia necesita una izquierda capaz no sólo de protestar contra todas las formas de violencia, sino de encabezar la reacción ciudadana sin medias tintas. Someter el interés general a consideraciones partidarias es una forma segura de seguir en la oposición. Y de asegurar el apoyo, actualmente masivo, a Álvaro Uribe.
Publicado originalmente en el diario Público, de España.
Madrid, 8 de marzo del 2008.
— Jesús Gómez Gutiérrez