El cambio · 16 de marzo de 2008
En 1865, Paraguay era el país más avanzado de Sudamérica. Los gobiernos de Carlos Antonio López se habían caracterizado por el desarrollo industrial y la extensión de la educación pública con carácter obligatorio y gratuito. Pero las ambiciones de Brasil, apoyado por Uruguay y Argentina, provocaron una de esas guerras que según Hugo Chávez son ajenas a la historia del continente: la guerra de la Triple Alianza, en la que Paraguay perdió gran parte de su territorio y la mitad de la ploblación, con un índice de mortandad masculina que se aproximó al 90%.
Lo sucedido a partir de entonces no deja espacio a la sorpresa. Si España tardó un siglo en empezar a recuperarse de la destrucción material y las consecuencias políticas derivadas de la invasión napoleónica, no debe extrañar que Paraguay lo tuviera más difícil. La guerra con Bolivia y la civil de 1947 dieron paso a los 35 años de la dictadura del general Stroessner, viejo amigo de Juan Domingo Perón y Francisco Franco. Tras el regreso a la democracia en 1989, era un país tan pobre y desconocido que su nombre prácticamente no aparece en los medios de comunicación.
El día 20 de abril se celebran elecciones presidenciales. El candidato progresista, Fernando Lugo, tiene grandes posibilidades de ganar y una promesa que también nos resultará familiar a los españoles: el cambio. Algo especialmente paradójico en boca de un ex obispo. Pero Paraguay bien vale una misa.
Publicado originalmente en el diario Público, de España.
Madrid, 15 de marzo del 2008.
— Jesús Gómez Gutiérrez
Sin medias tintas / Dilemas argentinos