Tres tiros · 26 de mayo de 2008
Phillip Aston, relator especial de la ONU, afirmó en cierta ocasión que Guatemala «es un buen país para cometer un delito». Homicidios, linchamientos, secuestros y un largo etcétera que tradicionalmente queda impune por falta de voluntad política, pero también de recursos. Es uno de los grandes retos del gobierno de Colom, y será uno de los grandes fracasos de la sociedad guatemalteca si no alcanza el consenso necesario.
Cuando se dice que la cultura de la violencia impregna todas las capas sociales, se dice bien. El asesinato de otro fiscal a principios de semana y las amenazas a un juez se han recibido con la resignación y el cansancio típicos de un país acostumbrado a la muerte. Pero hay hechos menores que a veces explican mejor una situación. El lunes pasado, una amiga y columnista del diario El Periódico recibía el siguiente mensaje: «Lo que esta Marcela Gereda necesita es simple y muy sencillo de lograr; tres plomazos en la cabeza y con eso se acaba todo». Tres tiros por un artículo que sólo criticaba el consumismo.
En la vieja sucesión de las causas y los efectos, la violencia no ocupa siempre el lugar de los segundos; puede ser una forma de vivir y, por supuesto, un negocio. Sin embargo, las causas de Guatemala son tan graves que seguirán alimentando el terror mientras sigan presentes. Lo primero que necesita el país es un Estado. Y es muy difícil que lo consiga sin reformas, sin acuerdo interno y con el petróleo a 140 dólares.
Aparecido originalmente en el diario Público, de España.
Madrid, 25 de mayo.
— Jesús Gómez Gutiérrez
El mismo juego / El triunfo del cliché