Ella y el resto · 8 de junio de 2011

Son las 12.30 de la noche cuando la asamblea general de Sol llega al acuerdo de levantar el campamento. Será el día 12, con la convocatoria de una concentración en esta misma plaza y con la posibilidad, aún por determinar, de organizar acampadas itinerantes en apoyo a las asambleas de barrio.

Durante varias horas, el consenso unánime estuvo a punto de provocar un aplazamiento; no habría sido la primera vez que tres personas paralizan la decisión de una mayoría que supera con mucho la adjetivación absoluta, pero esta vez hubo suerte. Sol se levanta para volver cuando considere oportuno, como considere oportuno y siempre que lo considere oportuno. Sol no se va; simplemente, confirma que éste no es un movimiento limitado a una sola expresión de la desobediencia civil, sino uno capaz de generar símbolos nuevos, regenerar los existentes y entender que las tácticas deben estar sometidas a una estrategia común.

Poco antes de las 12, un compañero de Austria fue protagonista de una de las intervenciones más relevantes que se han escuchado. Tras agradecer el ejemplo de España en nombre de sus compatriotas, habló de su experiencia durante las ocupaciones de universidades. Nos recordó que duraron tres meses y que fracasaron por utilizar el mismo modelo de consenso y por permitir que una minoría bloqueara los intentos de redirigir la lucha. Tenía razón. Por un lado, existen fórmulas mixtas que, sin renunciar a la organización asamblearia en su versión más democrática, garantizan la eficacia en la toma de decisiones; por otro, la radicalidad y la fuerza de un movimiento no dependen en modo alguno de las plazas que se decidan tomar o abandonar, sino del sentido y del peso político que tenga cada decisión en cada momento.

Pero hoy, 8 de junio, nos podemos tomar un respiro y hablar de otras cosas. Por ejemplo, de la excelente labor de los grupos de trabajo, que han sabido sobrellevar la tensión de la acampada a pesar de los medios de comunicación del poder y de los resbalones de comisiones muy concretas, como la de feminismo. En menos de un mes, Sol destrozó el espectáculo circense de unas elecciones municipales; en menos de un mes, devolvió la esperanza a la gente y puso contra las cuerdas al Gobierno y a las derechas; en menos de un mes, supo crear las asambleas de barrio para reforzar el movimiento y logró que representantes de todas las acampadas se reunieran aquí, en Madrid, para intercambiar experiencias y estudiar acciones conjuntas; en menos de un mes, unos miles de ciudadanos libres, sin experiencia política, lograron lo que tantos partidos y organizaciones sindicales no habían conseguido en treinta años.

No sé qué pensarán ustedes; por mi parte, sólo lamento no haber hecho todavía más por contribuir al éxito de Sol; nada es suficiente con gente tan capaz y tan merecedora de confianza que hasta sobrevive a un modelo de organización catastrófico. Y como estamos de fiesta, porque el M15M continúa, voy a terminar con una imagen que, desde mi punto de vista, bien podría ser el símbolo de estas jornadas: la chica de moderación, de nombre desconocido, que con su coleta y su trenza fina ha estado en casi todas las asambleas y ha repetido cientos de veces las palabras paciencia y respeto mientras pedía disculpas porque estaba nerviosa y, no obstante, controlaba las situaciones. Ella y el resto de sus compañeros nos han dado una enorme y bellísima lección.

Madrid, 7-8 de junio.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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