M. P. · 8 de junio de 2011
M. P. son iniciales de un hombre de 45 años de edad, padre de familia, que se ahorcó el año pasado en Hospitalet de Llobregat tras recibir una orden de desahucio. Se quedó sin trabajo, agotó la prestación de desempleo y sólo tenía una subvención de trescientos euros, que evidentemente no llegaba ni para pagar el alquiler de la casa donde vivía con su mujer y su hija. Cuando se quedaron en la calle, los tres ocuparon un piso vacío de protección oficial, perteneciente a la extinta Adigsa, que emitió la orden de desahucio y le exigió 9.000 euros por la ocupación de la casa.Era invierno y la Justicia estaba a punto de ejecutar la orden. M. P. pidió una simple demora de la ejecución en dos ocasiones, pero se la rechazaron las dos. M. P. acudió al Ayuntamiento de la localidad para rogar que realojaran a su familia en un albergue, pero no sirvió de nada. A las cinco de la tarde de un día de primeros de noviembre, salió a la calle con una cuerda, se acercó a un parque de Juan de Juanes, en la barriada del Gornal, y se ahorcó. En opinión de muchos medios, la tragedia de M. P. y de su familia no fue el resultado de otro caso de usura y explotación aseguradas por la connivencia de las administraciones públicas, sino una «depresión crónica».
Cada vez que algún miembro de nuestra élite viaja al extranjero para vender pisos; jura ante la Virgen de los Mercados que las propiedades no van a bajar de precio; rechaza opciones que podrían salvar a muchas personas, como la dación de pago, y promete reavivar la construcción, me acuerdo de M.P. Según datos de esta misma semana, los desahucios han crecido un 36% en el primer trimestre del 2011. Otras 15.491 familias sin casa, ante la mirada impasible del Gobierno de Zapatero y las sonrisas de una derecha franquista que nos quiere con cadenas.
«Nuestra burbuja inmobiliaria tuvo algunas ventajas, nos hizo vivir a todos bien, incluso demasiado bien», decía anteayer Alfredo Pérez Rubalcaba, ministro de Interior, supuesto socialista y candidato del PSOE a la presidencia del Reino. ¿Nos hizo vivir a todos bien? Os hizo vivir a todos bien. A todos vosotros, que habéis arruinado el país por acción u omisión, que os cruzáis de brazos cuando la gente muere o acaba en la calle y que, en el colmo del cinismo, defendéis políticas de expoliación en virtud del interés general. Pero estad tranquilos, que todo se olvida.
Madrid, junio.
— Jesús Gómez Gutiérrez