Condición necesaria · 9 de junio de 2011
No es extraño que Juan Cotino, ex director general de la Policía con José María Aznar, miembro del Opus Dei y ex vicepresidente primero de mister Camps, festeje su toma de posesión como presidente de las Cortes Valencianas mediante el procedimiento de colocar un crucifijo en la mesa; a fin de cuentas es representante electo de ese país. Lo extraño es que la izquierda política se limite a criticar el gesto. Pero qué puede hacer, salvo seguir sentada y esperar a las vacaciones, que ya falta poco. Como el Gobierno de Zapatero paralizó la reforma de la Ley de Libertad Religiosa de 1980, Cotino puede decorar la mesa de las Cortes con todos los crucifijos, vírgenes y estampitas de santos que le venga en gana.Ahora bien, quien afirme que estas cosas ocurren porque los valencianos votaron al Partido Popular, tiene un problema grave con las matemáticas. El PP alcanzó la mayoría absoluta en las Cortes con menos del 50% de los votos emitidos y sin más respaldo que una tercera parte del censo. Perfectamente legal, no hay duda; y perfectamente ilícito, es decir, contrario a la justicia y la razón. ¿Saben qué es lo que llamamos desobediencia civil? Una condición necesaria de la evolución de la especie. Las leyes sólo se deben respetar cuando responden a un acuerdo mayoritario de la ciudadanía, siempre que no atenten contra el principio mayor, los derechos humanos, que incluyen el derecho a una representación política justa.
Cuando se afirma que el contrato social español está roto, pensamos en el sometimiento de la política a los mercados y en la destrucción del Estado del bienestar, que en España siempre fue mínimo. Sin embargo, hay rupturas no menos importantes. Hasta los más legalistas, en el sentido de interpretar las leyes como un final de camino y no como un proceso, entenderán lo siguiente: la Constitución de 1978, que incluye la ley electoral, no es representativa de la voluntad de los españoles. La mayoría de la población actual no había nacido cuando se votó o no tenía edad suficiente para votar. Nuestra Carta Magna, pactada en circunstancias tan difíciles como el final de una dictadura, rige la convivencia de la España de hoy con normas y esclavitudes de una España que ha dejado de existir.
Esta mañana, mientras la derecha tomaba posesión de las Cortes de Valencia, la policía disolvía en la calle a los manifestantes que exigen, entre otras cosas, que las leyes se ajusten a la España actual. No es mucho pedir, pero nuestro marco jurídico lo impide y nuestra izquierda política lo permite porque está enferma del viejo síndrome de Estocolmo. Se niega a ver que la subversión de la convivencia y de la democracia no parte del M15M, sino de los asientos que ellos mismos ocupan en el Congreso de los Diputados, en el Senado y en las asambleas legislativas de las Comunidades Autónomas y Ayuntamientos. Hoy ha sido un crucifijo y un puñado de heridos y detenidos en la calle; mañana podría ser algo peor.
Madrid, junio.
— Jesús Gómez Gutiérrez