De ovejas y piedras · 21 de mayo de 2012

Informe tras informe y nunca bueno; el de hoy me ha recordado el monólogo de Laurencia en Fuenteovejuna, aunque el motivo vendrá más tarde. Según Unicef, el Reino de España tiene otro éxito que celebrar: en sólo dos años, ha conseguido que el número de niños que viven por debajo del umbral de la pobreza aumente en 205.000. Ya son 2,2 millones, el 26% de la población menor de edad. Y con detalles añadidos que lo mejoran: un 13% en situación de «pobreza alta», a poca distancia de Rumanía y Bulgaria en la Europa de los 27, y un aumento del 53% en «pobreza crónica» infantil.

Es obvio que ahora, con la que está cayendo, se hablará un rato de esos porcentajes. Un rato corto, pero mucho más de lo que se hablaba hace tres años, cuatro años, cinco años, diez años, quince, porque la pobreza infantil no es de hoy. Lleva varias décadas por encima del 20%. Se mantuvo alrededor de esa cifra en el periodo 1973-1995; creció de forma constante hasta principios del siglo XXI; se estabilizó después en el 24% y ha vuelto a retomar su ciclo alcista, el único posible en el país desigual, subdesarrollado y prendido con alfileres que nos han legado los padres y las madres de la transición política.

Por si a alguien le interesa, el informe de Unicef se llama El impacto de la crisis en los niños; por si alguien tiene dudas, recomiendo las conclusiones de las jornadas del 13 de marzo del 2009, por ejemplo. Aquí se han callado demasiadas cosas y han callado demasiados. «Ovejas sois, bien lo dice/ de Fuenteovejuna el nombre. Dadme unas armas a mí,/ pues sois piedras.» Eso debía ser el 15M; Laurencia exhortando a una España de ovejas y piedras, que no defiende ni a sus niños, para que vuelva a ser la España de hombres y mujeres que murió con la República.

Madrid, mayo.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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