El mensaje · 17 de febrero de 2008

Sólo hay tres países americanos que mantengan la pena capital: EEUU, Cuba y Guatemala. Los demás han renunciado a ella o la ocultan en la excepcionalidad de los códigos militares, por entender que es inmoral y completamente inútil en materia de seguridad pública. Incluso hay otro elemento que se debe tener en cuenta: contribuye a embrutecer las sociedades. Las aleja de la ética del Estado de Derecho.

El presidente guatemalteco, Álvaro Colom, anunció esta semana que rechazará las peticiones de indulto de 41 presos que serán ejecutados próximamente. «La justicia existe y se aplicará la ley», declaró para justificarse. Pero la figura del indulto presidencial, común en las legislaciones de medio mundo, también es ley. Y si nos salimos del ámbito nacional de responsabilidades, Colom sabe que Guatemala votó, en diciembre del año 2007 y en plena Asamblea de la ONU, a favor de la eliminación gradual de la pena. Su decisión es, por tanto, apoyo activo a los matarifes.

Hace tiempo, el Gobierno cubano dio la mejor definición que he oído sobre el sentido de las ejecuciones; tras fusilar a tres personas, afirmó que se trataba de enviar «un mensaje» a EEUU o más bien, pero eso no se dijo, a la propia población cubana. Siempre es así. La pena de muerte no sirve para otra cosa. Los políticos valoran el país que realmente tienen y el que realmente quieren tener. Cuando Colom se lava las manos, envía este mensaje: Guatemala vuelve al pasado.



Publicado originalmente en el diario Público, de España.
Madrid, 16 de febrero del 2008.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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