Categorías · 9 de febrero de 2008
En EEUU sobran los matices. Es lo que sucede con las categorías étnicas dominantes en sus ámbitos políticos, medios de comunicación, universidades, etc. Las hay simplistas: blanco o negro, como si todos los blancos y todos los negros fueran iguales y además no existiera el mestizaje. Las hay absurdas: blanco, negro o musulmán, como si el islam fuera un color de piel. Las hay cómicas, trágicas, inocentes y sospechosas, en fin.
Las primarias del Partido Demócrata ofrecen un ejemplo que ya es un clásico de las confusiones: voto blanco, negro o latinoamericano. EEUU siempre ha tenido un problema con los últimos; no puede asumir un grupo social donde se encuentra cualquier color y rasgo sin desencajar sus divisiones tradicionales, perfectamente separadas. Un blanco debe ser anglosajón y protestante. Un negro, anglohablante y protestante. Caben excepciones con los católicos, que a fin de cuentas son de la familia, pero no si se empeñan en tener caras e idiomas complicados.
Dentro de poco conoceremos el nombre del candidato demócrata a la presidencia. Clinton u Obama. EEUU se pregunta con qué color simpatiza más el latinoamericano medio, porque ya hemos quedado en que no puede ser blanco ni negro. Tal vez sea el momento de introducir otro factor: los programas electorales, las propuestas políticas. O terminaremos por preguntarnos si un hispano o un latino, como prefieran, puede ser mujer.
Publicado originalmente en el diario Público, de España.
Madrid, 9 de febrero.
— Jesús Gómez Gutiérrez
Curarse en salud / Sin medias tintas