Desde la izquierda · 12 de marzo de 2008

Se trataba de que el PP siguiera en la oposición y se ha conseguido. Es el mejor aspecto de las elecciones generales en España, junto con una pedrea cuyas consecuencias están por ver: el triunfo del Partido Socialista en el País Vasco y el hundimiento relativo del PNV. Porque si hay algo obvio a estas alturas de la vida es que los nacionalistas, categoría en la que caben tanto el PNV como el PP, son muy capaces de cortarse las venas con tal de ahogarnos a todos.

El PSOE debería aprovechar la segunda legislatura de Zapatero para abordar problemas que siempre terminan debajo de la alfombra; entre ellos, la reforma de la ley electoral. Nadie discute que se premie la formación de mayorías suficientes; lo que se discute es que se castigue la formación de determinadas minorías y se adultere la representatividad del Parlamento. Izquierda Unida: un millón de votos, dos diputados. UPyD: trescientos mil, un diputado. Cuando el partido de Ibarretxe consigue seis escaños con sólo una tercera parte de los votos de IU y trescientas papeletas menos que UPyD, es que la ley electoral debe ir al cubo de la basura.

La única noticia positiva para la salud del Parlamento, bastante tocada por la deriva presidencialista que imponen PSOE y PP, es precisamente la aparición de otra fuerza política de carácter estatal. Las gentes de Rosa Díez tendrán ocasión de demostrar que no son un reflejo de los nacionalismos periféricos ni, muy especialmente, sólo eso. Pero va a ser difícil, por no decir imposible, que el aire fresco en el sector liberal equilibre el viciado a la izquierda:

Tiene razón Ángel Pérez, portavoz de IU en el ayuntamiento de Madrid, cuando rechaza las excusas. Sí, la ley electoral es un escándalo y es importante para todos, no sólo para IU, que se cambie. Sí, la concentración del voto progresista en el PSOE explica hasta cierto punto los resultados. Pero IU ya era irrelevante antes de que perdiera su grupo parlamentario. Una organización que hace guiños al radicalismo, hasta el punto de pedir la ilegalización de los partidos fascistas y pactar con otro tipo de fascistas en el País Vasco, merece desaparecer. Una organización sin propuestas reales, que sobrevive a la contra y reconvierte una y otra vez discursos y estéticas recalcitrantes, merece desaparecer. Una organización que dedica sus energías a manchar el trabajo de los sindicatos, alimentar el nacionalismo y discutir sobre el sexo de los ángeles, merece desaparecer. Quien no merece que desaparezca, porque necesitamos una fuerza a la izquierda del PSOE, es España.

Me gustaría creer que las elecciones del 9 de marzo nos acercan más a un principio que a un fin de ciclo. Cuatro años es tiempo suficiente para corregir errores y evitar el futuro contra el que nos advierte, desde hace tiempo, la capital. PSOE e IU tienen muchas cosas que explicar a los madrileños. Sobre todo el primero, dado que el triunfo del PP en la mayoría de los distritos y en la provincia se alimenta de antiguos votantes socialistas. España no es el mundo perfecto de los dirigentes de Ferraz.



Publicado originalmente en el diario La Insignia, de España.
Madrid, 11 de marzo del 2008.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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