Eso es la historia · 19 de abril de 2011

1. El suyo será el primer me gusta; también el único que le sepa a martini dry. Nunca, ni en el día más imbécil, habría imaginado que Myrna Loy pudiera estar sola en la valla publicitaria de las redes sociales. Pero lo está. A esas horas del domingo, no tiene un mal seguidor. Y en cuanto a la reseña, es un desierto: nacida en, muerta es, poco más; se nota que el autor no conoce El hombre delgado, la ultima novela de un tal Dashiell Hammett, que al llevarse al cine creó la pareja fija más longeva de la historia de Hollywood y, en opinión del atónito, también la más inteligente. Nada, cero, kaput. El mundo a la espera de un remake.

2. Poco después de que Marx puntualizara a Hegel sobre las segundas partes en la historia, Samuel Langhorne Clemens, alias Mark Twain, coincidió con Chauncey Depew en un barco. El capitán dio una cena en su honor y Twain habló a los postres. Tras los aplausos, le llegó el turno al abogado y senador de los EEUU. Depew, que no había preparado una sola línea, se puso en pie y dijo más o menos lo siguiente: «Antes de cenar, el señor Clemens y yo acordamos intercambiar nuestros discursos. Él acaba de pronunciar el mío, y les doy las gracias por el entusiasmo que le han dedicado. Pero lamento informarles de que he perdido las notas del suyo y no recuerdo nada de lo que él quería decir.» Eso es la historia.

4. Al final de su vida útil, cuando había perdido el lustre y las bocamangas estaban raídas, aquel smóking que había sido smóking de camarero en horas de servicio y disfraz de invitado en los descansos del servicio, se quedó en una percha. Años más tarde, alguien abrió una ventana y el armario se llenó de polillas que se dieron un festín. El smóking no salió airoso; los pantalones eran un coladero y una de las solapas parecía la superficie de la Luna. Antes de tirarlo, su dueño echó mano al bolsillo derecho: en el sacacorchos del abridor, que es a un bolsillo de camarero lo que una mano a su brazo, se había empalado una polilla. Los sacó, dio una vuelta más al bicho muerto y se fue a trabajar.

Madrid, abril.


— Jesús Gómez Gutiérrez


Si les gusta lo que leen


/