Suerte · 12 de abril de 2011

Es noche cerrada en Pedro Laborde; el alumbrado público se estropeó hace horas, los escaparates de las tiendas están a oscuras y sólo pasa un coche de vez en cuando.
Por el clac clac de pasos en la acera, un hombre de marrón que parece gris adivina el sexo, el tamaño y casi el humor de su víctima, un hombre de gris sin más. Espera lo suficiente y surge de una calle lateral a menos de dos metros, navaja en mano. Normalmente, todos se asustan y tardan un momento en entender. Éste es la excepción a la norma.
—No llevo nada —se adelanta.
—Algo llevarás. Vacíate los bolsillos.
—Sí, las llaves y el mechero.
—Vacíate los bolsillos.
El hombre de gris sin más se encoge de hombros y se vacía los bolsillos. Lleva unas llaves y un mechero.
—¿Y en la chaqueta?
—El tabaco.
—Quítatela.
El hombre de gris sin más se quita la chaqueta y se la entrega. En su interior hay un paquete de tabaco, la tarjeta de un bingo y el menú de un restaurante.
—Ya te lo he dicho.
—Joder.
—¿Me devuelves la chaqueta?
—No, la chaqueta es mía.
El hombre de marrón lo mira otra vez y corre.
Blam.
Un camión frena y un cuerpo sale despedido.
Durante los minutos posteriores, el hombre de gris sin más habría dado cualquier cosa por fumar; pero su chaqueta no ha tenido suerte: es un harapo debajo de una rueda.

Madrid, abril.


— Jesús Gómez Gutiérrez


Si les gusta lo que leen


/