Si estamos solos · 9 de octubre de 2012

Fue el Monte de Piedad y tuvo dos portadas; una renacentista y una barroca, con el detalle inusitado de que se encontraban juntas, saludando a la Plaza de las Descalzas, en el antiguo arrabal de San Martín. De aquel edificio, que hoy ha sido noticia por la huelga de hambre de Rocío Pérez, 42 años, sólo queda la portada barroca, de Pedro de Ribera; el franquismo tiró de piqueta y sustituyó la historia y la cultura por la aberración arquitectónica que albergó la sede de Caja de Madrid y ahora alberga la de Bankia.

Rocío estaba allí porque la iban a desahuciar. Se había instalado al otro lado del edificio, en Celenque, con una buena vista de otra aberración, la mole de El Corte Inglés, alzada tras el derribo en 1969 del antiguo Teatro Cómico, antes Nuevo Teatro y Teatro de Capellanes. A estas horas, sabemos que la presión social ha logrado su objetivo; un alquiler razonable, lejos de los precios que nos ahogan para que el valor de los bancos no se resienta. Pero la gran metáfora de la ideología y la arquitectura sigue causando víctimas cuando se desconoce que las piedras empiezan y terminan en vidas y que hay pocos atentados contra la belleza que no partan de un atentado contra la justicia.

Rebeca, 17 años, lo ha sufrido esta mañana en carne propia. A doce kilómetros de Descalzas y Celenque, los antidisturbios y la policía municipal aseguraban la destrucción de diez chabolas de El Gallinero, entre las que se encontraba la suya. Como dice Javier, párroco de Entrevías, lo han hecho sin orden de entrada ni de registro ni de derribo, por «procedimiento urbanístico», con Rebeca convertida de golpe en portada renacentista o teatro del siglo XIX. Al fin y al cabo, la ley no tiene que justificar nada a una pared. Y si estamos solos, todos somos paredes.

Madrid, octubre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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