Encuentro · 14 de octubre de 2015
- Estoy esperando en Sol. Estoy en mi sitio, bueno para ver,
mirando hacia poniente.
A diez metros, un tipo lanza voladores de luz azul.
Me da la espalda y después se gira
y vaya, tú ―pensamos los dos―, ¿qué haces aquí?
Le pregunto por los trastos. Dice que se venden bien.
De día lanza voladores y, de noche, se pone en una esquina y vende latas.
Yo lo conozco por la esquina. Cuando paso, lo saludo.
Es mucho tiempo de pasar y saludar.
En invierno: qué frío hace. En verano: qué calor.
A veces, si asoma algún peligro, me paro y me aseguro de que no le pase nada.
La calle es muy difícil; hace bastante más que oscurecer la piel.
¿Qué tendrá, veintitantos? Parece de treinta y muchos, con arrugas de cuarenta
y no obstante mira con ojos de veintitantos.
Amigo, me llama.
He conocido a muchos como él, vendedores de cerveza, clavados en el sitio;
se marchan unos, vienen otros y, de cuando en cuando, alguno sobrevive.
Mi espera termina, apretón de manos.
Sube el azul detrás.
Madrid, octubre.
— Jesús Gómez Gutiérrez