Escribientes · 24 de junio de 2013

    Soy un tío afortunado.
    Conozco a diez personas que pueden escribir el mundo
    sin demasiada sensiblería,
    y casi a diez capaces de corregir a las diez
    cuando desbarran con el estilo.
    La mayoría son-somos pobres como ratas
    y más desconocidas que el lugar donde he dejado las tijeras.
    Lo de las tijeras es un clásico: aparecen y desaparecen,
    comedia de salón en drama de calle.
    Y hasta diez de las veinte entienden el mundo de verdad.
    Y otras diez, no necesariamente las mismas, saben vivir.
    Y si convocara a las diez y a las diez a una mesa
    y encontrara a un inocente que pagara las copas
    harían chistes gramaticales hasta el amanecer
    y yo pediría un revólver.
    Menos mal que no nos juntamos nunca.
    Las palabras siguen (barato, barato) y los vecinos
    duermen.

    Madrid, junio.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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