Resumen provisional · 16 de agosto de 2019

Jota pidió poder entrar en cualquier sitio, por alto o bajo que fuera. Aún no había llegado ni a la edad que adolece; sólo quería entender, tocar, narrar.

De lo que vio después —concedido su deseo—, se queda con esto: nunca sacó ni un bocadillo de ningún palacio, pero los mendigos le invitaban a cañas para que les contara de los relojes de gasa y las cortinas de carrillón.

«Será al revés», decía él. «La prensa dice que no», decían ellos. Y tras llevarse palos hasta en las cejas, Jota pidió poder salir de cualquier sitio.


Madrid, agosto.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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