Barro · 17 de agosto de 2019

Cuando no puede más, toma otra calle. Es un engorro, porque son desviaciones que añaden bastantes minutos al camino, y a veces no hay piernas o ganas; pero la alternativa es peor si lo que falta es la entereza en su acepción de fortaleza de ánimo. Nadie está siempre para que una mujer hecha y derecha se acerque y ruegue monedas con cara de haberlo perdido todo, y seguro que tampoco lo está para que hombres hechos y derechos se rompan porque les han dado para un café.

Eso es cuando no puede más, que no es precisamente cuando el alma se le cae al suelo, sino cuando el suelo es un atascadero de almas cuyo barro engulle, ralentiza, detiene, captura.

Madrid, agosto.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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