Mensajes · 5 de mayo de 2011

2. Marisa es «sus labores»; Vicky fue peluquera, secretaria y otras cosas. Ayer vaciaban el cubo de basura de uno de los supermercados del barrio de Arapiles. Eran las nueve y cuarto de la noche o más bien de la tarde, porque el sol no se había ocultado todavía y la luz oscilaba entre el azul a la sombra de los edificios y el haz blanco de las calles con dirección oeste. Tras elegir los productos no excesivamente caducados, se los repartieron, llenaron las bolsas, devolvieron lo sobrante al cubo de basura y lo dejaron donde estaba al principio. «Me voy, que están esperando la cena.» «Pues vais a cenar a las tantas, porque hasta Villaverde... » Ya en la boca del Metro, se abrazan y se despiden. Ha sido un día más en el Estado social y de Derecho.
3. Es verdad que sus fuentes no eran suyas, pero eran buenas; ninguna de aquellas frases cortas que entregaba al mundo desde el ordenador bajaba de Gracián y Maupassant. Por supuesto, las retocaba, se las atribuía y las ponía al servicio de sí mismo. En marzo, estaba comprobando los registros de su bitácora cuando le dio por mirar las búsquedas de los lectores. Todo era normal; todo salvo esta frase: «Dos o tres veces en la frente horrible». Tardó un mes en localizarla. No salía en Internet. Y cuando por fin supo que era el primer verso de la última octava real de Orlando furioso, empezó a comprobar los registros cada día: Dos o tres veces en la frente horrible/ alzando en alto el brazo valeroso/ el hierro del puñal metió terrible/ a Rodamonte, y queda él en reposo. Al recibir el segundo, organizó una campaña de solidaridad con su persona. Se apuntaron tres mil.
Madrid, mayo.
— Jesús Gómez Gutiérrez