Declaración · 8 de febrero de 2008
Tengo un amigo, Arnaldo, a quien una jueza de Chile acaba de condenar a una fuerte multa o, en su defecto, 61 días de prisión menor, por un artículo publicado en el medio que todavía dirijo. Es una historia larga y con aspectos del todo ajenos a nosotros, pero con dos hechos innegables: lo publicó La Insignia y lo publicó un redactor de La Insignia. Eso es más que suficiente para mí.
Me vais a perdonar que no diga más por el momento; lo haré próximamente, en un lugar más público que esta bitácora, si sirve para mejorar la situación o al menos —a buen entendedor— tampoco la empeora. Hoy estoy aquí a título personal y por una cuestión que someto a vuestro juicio:
Han pasado dos días desde que publicamos la noticia de la condena y la sentencia íntegra. Por mi parte, no esperaba interés ni mucho menos preocupación desde el universo politiquero, que va a lo que va y sólo está para la defensa de los suyos y de sus intereses. Pero hay todo un mundo ajeno a esa canalla: el de la inmensa mayoría. Y admito que nada, en los nueve años que LI está a punto de cumplir, me había preparado para lo que hay en las direcciones de correo de la revista y en los teléfonos: silencio, ni una palabra de ánimo o solidaridad hacia nuestro compañero.
A estas horas del viernes, el humor ya se ha encargado de ocultar la decepción bajo una tonelada de estupideces. Por ejemplo, que no nos lee nadie. Me parece la mejor táctica, porque si no hay nadie al otro lado de la pantalla, no cabe esperar más respuesta que la de nadie, es decir, ninguna. Desde luego, tendremos que anular el sistema estadístico o no volver a mirar sus resultados, pero no es un gran problema. Engañarse puede ser lo único útil cuando no hace daño y sirve para seguir adelante.
Concluyo. He tenido el honor de trabajar con Arnaldo durante casi una década, y él sabe que podrá contar conmigo en este asunto y en cualquier otra cosa por muchas vueltas que dé la vida. En cuanto a los callados, ellos mismos.
Madrid, 7 de febrero.
— Jesús Gómez Gutiérrez
Los que se rinden / Lejos del suelo