Pesadilla · 31 de diciembre de 2013

Anoche, Bacall se salió de los escenarios e interpretó el papel protagonista en una de mis pesadillas, en calidad de fantasma: había muerto y, con ella, esto es lo más relevante, también se estaba muriendo el mundo. Todo se apagaba, se desteñía, se detenía. Me desperté una vez; cambié el sueño: volvió. Me desperté otra vez; cambié el sueño: volvió. A la tercera, me levanté a comprobar que Bacall y el mundo estaban vivos o, con más exactitud, que lo estábamos todos. Y lo estábamos, claro. Al cabo de un rato, sólo me quedaba el desconcierto por la elección de Betty Joan Perske como metáfora de la humanidad y por la intervención de Bette Davis con la frase del sobre azul. Una pesadilla es una pesadilla; no hay que darles muchas vueltas. Pero, por si acaso, yo también digo: «Espero que nos volvamos a ver». Mañana, por ejemplo. Año nuevo, mitos siempre.
Madrid, diciembre.
— Jesús Gómez Gutiérrez