Pero detrás · 31 de marzo de 2015

I

Cuando llegue la hora y se presente la decepción, usará estas palabras: Política es votar cada cuatro años.


II

Dice un amigo, citando al portugués: nuestro oficio consiste en levantar piedras. Y yo, que no suelo estar de acuerdo con los amigos, pienso que ojalá. La mayoría no descubre nada; sólo cuenta historias. De hecho, la literatura es dos oficios diferentes: contar historias o contar o no contar historias pero levantar piedras. Los primeros son legión; los segundos, arte.


III

Vosotros no levantáis piedras. Alisar ángulos, dormir lo que incomoda, calcular mayorías con el ábaco de un usurero y domar, apagar o expulsar el espíritu de ruptura: eso es lo que hacéis, aunque en un oficio más arriesgado (para los demás). Ahora resulta que la transición fue buena; antes, que la República era un trasto viejo y la calle, una inconveniencia mediática; durante, que la verdad se determina por consenso de cortesanos y, después de cada caso, cuando el juguete se rompe, que la transición es dios, que la República es mierda, que la calle es sediciosa y que la verdad, si existe, no mueve molino. Cruzo los dedos para que la gente digna que está con vosotros os corte la cabeza; no necesariamente en sentido metafórico.


IV

Oh, capitán del pueblo, dime otra vez que el pueblo es la televisión.


V

Estoy al sol de la colina del Clínico, sobre la Complutense. Siempre que vengo, me pongo en manos del paisaje y le dejo hacer. La Sierra. Las terrazas del hospital, que están vacías. Un grupo de estudiantes en un banco, cerca del Museo de América. Marzo mayea ―hace calor― y a mí me parece que mi cicatriz nueva es un autógrafo de Mary Shelley. Pero, detrás, la plaza que se llamaba de Cristo Rey se sigue llamando de Cristo Rey. Aún no se llama Defensa de Madrid.


Madrid, marzo.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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