La realidad · 20 de octubre de 2015

No, he estado mirando y no lo he visto. Sí, hay concentraciones. Sí, hay manifestaciones. Sí, siempre hay alguien que no traga. Y, si bajamos al terreno de la simple y pura solidaridad, gente que intenta ayudar a otra gente, las cosas no están ni mejor ni peor. Pero no se ve el menor asomo de desobediencia civil, salvedad hecha del puñado de activistas que, todavía hoy —parece increíble—, se la juegan por defender a un preso político o impedir un desahucio.

Todo vuelve a estar donde no debe, con la política reducida a conceptos que se sirven y discuten en platós de televisión. Todo vuelve a ser el juego del régimen, el tempo político del régimen y las palabras del régimen.

Quien quiera buscar culpables, lo tiene fácil. No se ha llegado aquí porque unos cuantos líderes lo sean exclusivamente de su espejo y de su escasa y sorprendentemente reaccionaria cultura: el resultado de estos días es decisión de muchos. Pero la vida sigue, y se puede aprender de los errores. Los muros no se tambalean con la obediencia. Los muros no se tumban desde el respeto a las leyes y los modos de la élite que los levantó. Hay que volver a la realidad, que no es ni ha sido nunca cómoda.


Madrid, octubre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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